EVALUACIÓN DOCENTE Y CLEPTOCRACIA
Wenceslao Vargas
Márquez
A pesar del exhorto
del congreso veracruzano de que no se efectúe (votación de 45 a cero) transcurre
la segunda evaluación docente para la permanencia o no de los docentes en su
empleo. Quien no la acredite por tercera vez se va de su salón de clases si es
personal antiguo, o resulta cesado si es personal nuevo. Quien no la presente
resulta cesado en cualquier circunstancia. Por eso desde varios espacios
magisteriales se ha insistido en calificarla de ‘punitiva’.
Por una falta administrativa
menor (no presentarse a una evaluación) un docente resulta separado de su
empleo de diez mil o quince mil pesos mensuales y su familia va a la desgracia. Por otro lado un alto
funcionario puede saquear a placer el erario llevándose a sus cuentas miles o
decenas de miles de millones de pesos y resulta impune con las leyes que entre
ellos redactan, enredadas para que resulten inaplicables o aplicables a largo
plazo y por excepción. No hay comparación entre la infracción y la sanción de
unos y otros; no hay comparación entre la falta de evaluación docente y su sanción
y entre la cleptocracia y su castigo. Dice el diccionario que cleptocracia es
un “sistema de gobierno en el que prima el interés por el enriquecimiento propio a costa de los bienes públicos”.
Visto desde ese
ángulo, la evaluación docente resulta fallida, además porque no evalúa lo que es
realmente importante: no se evalúa el desempeño del docente a lo largo del año mediante
el informe directivo de responsabilidades profesionales (asistencia,
puntualidad, 200 días, vinculación social, atención a padres, asesorías) y no
se revisa tampoco su trabajo observando en el aula. Evaluación de contentillo, el Instituto Nacional para
la Evaluación de la Educación (INEE) se ha contentado con tres instrumentos:
1) Que el
docente suba a una plataforma en la red unas tareas de cuatro alumnos. Eso lo
puede hacer en su casa y por eso, increíblemente, dice el INEE que ahora la
evaluación se halla contextualizada (la ley obliga a que la evaluación docente
sea contextual, que tomo en cuenta las variables socioeconómicas del entorno
del profesor).
2) Que el
docente presente un examen de conocimientos aunque no tenga éxito en transmitir
esos conocimientos a sus alumnos. El docente puede obtener diez de calificación
en su examen frente a una máquina en línea (sabe mucho de Química o Matemáticas
o Biología) pero nada garantiza que sea exitoso en transmitir esos
conocimientos a sus alumnos. Eso al INEE increíblemente no le
importa.
3) Que el docente
redacte un plan de clase independientemente de que lo aplique o no en la
realidad de su salón. El docente debe consignar por escrito que si el alumno
está inquieto o agresivo y su conducta no mejora lo turnará a asesorías o al
sicólogo aunque en realidad lo expulse del aula sin contemplaciones pues en la
escuela no hay sicólogo (ni el docente tiene humor para 'niñerías'). Eso al INEE increíblemente no le importa. El docente
debe anotar en su escrito que si halla consumo de estupefacientes en un alumno
lo turnará a terapias intensivas de apoyo en el DIF aunque en la realidad el
docente se encoja de hombros y haga absolutamente nada porque el chamaco "ni es de su familia". Al INEE no le interesa
lo que el docente evaluado realmente hace (no le importa su desempeño) sino que
le interesa lo que el docente debe hacer (al INEE le interesa el conocimiento
del docente independientemente de que lo aplique o no).
Los ejemplos
abundan. Si el docente anota que el alumno debe ir bañado a la escuela todos
los días el INEE amenaza (para este caso y para todos) que hay que citar
bibliografía pertinente (formato APA) o se considerará plagio. No puedo decir
que el baño diario lo recomienda la higiene, el sentido común o la abuela. La
evaluación docente no está diseñada para escuchar atentamente la inquietud del
docente. Es al revés: la evaluación docente está diseñada para que el docente repita
(mediante vigorosos actos de tautología mental y onanismo físico) lo que el INEE quiere
escuchar. La reforma no nos ha colocado en la tesitura de que nos evalúen para mejorar: estudiamos
para ‘pasar’ vía opción multiple, y punto. No hay más.
Esta es la
triste realidad de la evaluación docente que se adereza con imágenes goebbelianas de la secretaria Osorio
recorriendo desde lo alto el gimnasio Omega, imágenes que recuerdan los campos
de concentración de memoria infausta. Las imágenes fotográficas xalapeñas (tomadas
de arriba-abajo, que se difunden para efectos de propaganda) son dignas de análisis
en frescos cubículos de siquiatría.
¿Qué pretende la
reforma educativa? Mejorar la educación pública mexicana, según. ¿Para cuándo? El
más reciente plazo puesto sobre la mesa fue el de la OCDE. Gabriela Ramos,
directora de Gabinete, dijo hace pocas horas que el reflejo se verá 15 años
después que egresen quienes están hoy en la primaria. Si tomamos a los de
primer año los resultados se notarán en 21 años. Otros agentes han hablado de
20 o 30 o más años. Ángel Gurría (OCDE) dijo en junio que “países como Suecia, Finlandia, Canadá, Estados
Unidos u otros países tienen 40, 50, 60, años de estar haciendo evaluaciones
permanentemente para poder dar los puestos a los maestros”. Si esto es así y
la visión de la reforma es de muy largo plazo ¿por qué no se modifica la ley y
se declara voluntaria la evaluación para hacer una mejora con voluntarios y
pruebas que incluyan el informe profesional del ciclo escolar y la observación
en el aula?
La llamada clase
política y sus partidos se niegan a lo sensato. Se niegan porque (Orfis y ASF
estériles) claman por evaluación para otros pero no para sí mismos. Por la
mañana firman ante su notario de confianza su nueva propiedad en Miami o su
nueva empresa fantasma o su nueva chequera para gastar lo que han desviado del presupuesto
destinado a hospitales, escuelas o jubilados; por la noche firman –con el mismo
lapicero, con la misma pluma fuente- el cese del docente que no se evaluó o
firman la expulsión de su salón o firman su cambio de adscripción. Es la pluma cleptócrata
multiusos. Desde la perspectiva de este análisis afirmamos que tal a como está
diseñada e instrumentada, la evaluación docente y sus consecuencias comportan
actualmente una inmoralidad y su aplicación un agravio. Repetimos: por supuesto que evaluación sí, pero no así.
El
autor de estos párrafos llama a la diputada federal por Coatepec Noemí Guzmán, al
diputado Roberto Arenas de la Comisión de Educación del Congreso de Veracruz, a
los diputados locales Zenyazen Escobar y Cinthya Lobato, a la diputada federal Hortensia
Aragón de la Comisión de Educación de la Cámara de Diputados y al senador
Romero Hicks de la de Senadores, llama a los senadores veracruzanos José Yunes,
Fernando Yunes y Héctor Yunes, llama al ombudsman González Pérez de la Comisión
Nacional de Derechos Humanos y al gobernador electo Yunes Linares para vigilar que no se ejerzan
represalias contra la libertad de expresión y contra el autor de estos
renglones a como se ha intentado recurrentemente en los últimos meses por diversas
vías.
No
nos van a silenciar.
@WenceslaoXalapa